La danza de diablitos sucios de Corpus Christi se baila en tres comunidades afrodescendientes. En los corregimientos de Santa Rosa y de Nuevo San Juan, del distrito de Colón, y en el corregimiento de Chilibre, distrito de Panamá. Según el estudioso y gestor de la danza de Nuevo San Juan, Víctor Pinillo, su padre le contaba que todos los que juegan a diablitos sucios son “de una misma rama familiar que vinieron del pueblo de Matachín, pero algunos se quedaron viviendo en Guayabalito y otros tomaron para San Juan de Pequení. Los de san Juan de Pequení se tuvieron que mudar por la construcción de la represa; algunos se mudaron a Nuevo San Juan y otros a Buenos Aires de Chilibre”.
La danza o juego de diablitos sucios tiene dos etapas. En la primera etapa los diablitos, que antes eran ángeles, y fueron expulsados del cielo y transformados en animales, huyen de un cazador, pues fueron condenados a ser perseguidos (Alex Alirio Rodríguez, portador de Chilibre). Esta representación la hacen la víspera del Corpus. Los diablitos personifican animales locales, propios de la naturaleza de la zona. Su papel es cuidar al animal líder, en algunos lugares el perro, en otros el venado (César Colpas). Cuando se les pregunta a quién representan, responden “yo juego a perro” o “yo juego a lagarto” y sus máscaras y movimientos son acordes a los animales que representan, por lo que por momentos danzan al son del acordeón y tambor con ritmos y cadencias afropanameñas, y otros huyen ante el sonido del rifle. La camisa y el pantalón llevan colores moteados y en el cinturón llevan cencerros que suenan durante la danza. En la segunda etapa vendría la presentación de la relación o de oración todos juntos fuera o dentro de la iglesia, según permisos del sacerdote, y colocan velas en las puertas; en Chilibre las colocan en una cruz adornada donde rezan y hacen sus oraciones. Los pobladores de la comunidad se unen a las oraciones y colocación de las velas.